Mi Magdalena Mi mano marca tu mejilla exigiendo tu atención, tu obediencia, y sin que el eco de esta cese, una rotunda secuencia de palabras enmudecen tus gemidos. Si verdaderamente eres mía no morirás todavía, pues no puedo permitir que perezcas
Mi Magdalena Mi mano marca tu mejilla exigiendo tu atención, tu obediencia, y sin que el eco de esta cese, una rotunda secuencia de palabras enmudecen tus gemidos. Si verdaderamente eres mía no morirás todavía, pues no puedo permitir que perezcas